The hills have eyes

The Hills Have Eyes (2006) Director: Alexandre Aja.

Alguna vez caminaste en la oscuridad, metiste la mano en un cuarto para alcanzar la llave de luz, y viste en tu mente como Samara te tiraba del antebrazo con su mano fría y podrida?
O te metiste en la cama e intentaste imaginar el ente mas paralizantemente horroroso, lentamente alzándose y acercándose a vos por debajo de la frazada?
Disfrutaste de ese vértigo que te llenó el pecho de adrenalina y por un microsegundo te hizo temer por tu seguridad física?
Sos capaz de desnudar tu centro emocional y ponerlo a la merced de los juegos diabólicos de un guionista de cine de horror?
Si es así, sos el espectador ideal.

Y cuando hablamos específicamente de survival horror, principalmente necesitás poder empatizar con los personajes y ponerte de su lado como si se tratara de una persona allegada.
En el nombre de las emociones fuertes, necesitás sentir que si mueren, ellos pierden la vida y vos los perdes a ellos.

Por supuesto que es mas fácil con un screenplay y un storytelling tan exquisitos como los de The Hills Have Eyes (2006), una remake hollywoodense del original de 1977 de Wes Craven.

Tantas películas fallan en el intento de venderte al personaje, a tal punto que cuando empieza a correr sangre, sentís cierta satisfacción mórbida en lugar de horror.
Pero esas películas son fáciles de ver; el morbo te deshumaniza y te desconecta de la sensación primal de vulnerabilidad de la víctima. Mas que películas de horror, terminan siendo películas de morbo.

Esta película es diferente.
The Hills Have Eyes es difícil de ver y en ocasiones muy dura de tragar; fue escrita para que seres humanos sufran y no sólo para que sociópatas de closet se muerdan los labios.
Cuando se estrenó en cines, durante ciertas escenas de violencia, cantidades inusuales de gente se levantaba y se iba; no estaban preparados o dispuestos para someterse a algo tan crudo y visceral.

La película comienza con filmaciones de pruebas de armamento nuclear en el desierto, al tono de una plácida canción de amor de los '50.
De a poco vas registrando la siniestra disonancia entre la violencia de las explosiones y la melosidad de la canción.
Entre toma y toma, empiezan a aparecer flashes de personas deformadas por los efectos de la radiación nuclear, aludiendo a las terribles consecuencias a largo plazo de toda esa experimentación.
Para cuando termina la introducción, tenés el ceño fruncido y una incómoda sensación de alerta; la película ya te puso a tono.

Medio siglo despues, una expedición científica entra en una de esas viejas zonas de prueba para tomar mediciones.
Duran poco... La acción es brutal y grotesca, y alude a atacantes con una fuerza sobrehumana y una ferocidad viciosa.

El resto de la película se divide en tres partes:

Una familia intenta cruzar el desierto con un casa rodante tirada de un auto, hasta que se ven forzados a parar e ir a buscar ayuda mecánica.
Durante esta parte la película presenta elocuentemente a los personajes; son una familia creíble y convincente, con ciertos roces y problemas internos que le agregan textura y humanidad.
El guión es eficiente y el tiempo en pantalla está bien usado; ahora el temor por ellos será ineludible.

Luego, todo se va soberanamente a la mierda; primero de a poco y luego vertiginosamente. En varios momentos diferentes, uno tiene la sensación de knock-out emocional, pero el espanto no se detiene y el tono de los hechos sigue escalando sin límites.
Sin duda esta parte es la mas dura de la película. Pocas veces en mi vida vi terrorismo psicológico y moral tan bien ejecutado.

Finalmente, hacia lo último ocurren cosas... inesperadas.
La dinámica y el tono de la historia cambian, y antes que pueda concluírse que la película es un himno a la muerte, todo desemboca en un conmovedor mensaje de reivindicación de la vida.

Pocas películas me parecieron tan impactantes y memorables como esta.
Luego de verla, te invito a que intentes humanizarte y empatizar con los personajes de cada película de horror que veas.

El punto del cine de horror, así como el de la vida, es sentirlo a pleno.
Para ello hay que saber abrirse y dejar de lado el cinismo.

Por Leonardo Mosquera (@OjodeOdin)

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